martes, 13 de agosto de 2013

El género: un modo de producción



Comentario de texto

En el extracto del texto de Rick Altman, el autor nos permite reflexionar sobre las distintas características que comparten las películas que pertenecen a un mismo género en el cine de Hollywood, y por ende, del género en sí. 

El género cinematográfico puede entenderse como un modo estereotipado de contar una historia, reconocido por el autor y el espectador. El género vendría a ser una gramática, un sistema de reglas de expresión y de construcción para un producto cultural. Este sistema supone una estructura por encima de una obra individual y afecta a todo el proceso creativo del autor. El género condiciona una obra que pretende ser considerada parte de él.

Cada género cuenta con relatos prototípicos: personajes, elementos y propiedades que se repiten en cada una de las historias de modo que ya son una convención. Estos elementos forman un determinado mundo posible, una construcción mental que se forma en referencia al mundo real. Los elementos de los relatos prototípicos del género son  “verosímiles” dentro de este aunque sean “excéntricos” en el mundo real, y dependen de estos para funcionar como género.  La construcción de este verosímil es fruto de un proceso acumulativo que se forma en la mente del receptor a través de asociaciones y que construyen el pacto de lectura entre el público y el autor. Tal como dice Altman, “Las conexiones de los géneros de Hollywood se fundamentan normalmente en actores y acciones que se definen por su excentricidad respecto a algún ciclo cultural. El western depende de los forajidos, la ciencia-ficción necesita de los alienígenas, las películas de guerra se apoyan en la presencias de los forasteros…”.    

Los alienígenas son personajes verosímiles en el mundo posible de una película de ciencia ficción, pero no lo son en un western. Esto no se debe a alguna rígida regla impuesta, sino que es producto de la no repetición de este verosímil en el mismo género. Al no ser una regla impuesta, puede pasar que  un autor incluya algún nuevo elemento en su historia, hasta el momento inverosímil dentro del género, y que esto genere una respuesta positiva en el público y rentable para el negocio. Si esto pasa, otro imitará su idea y otro la idea del último, y esto generará, por repetición, una nueva moda y una nueva característica “verosímil” dentro del  género. Así es como comienzan a mutar los géneros: evaluando poco a poco la demanda del público, los cambios sociales y las oportunidades para “tomar riesgos”.

¿Y porque si es rentable pueden mutar los géneros? ¿Qué tienen que ver los géneros con el comercio? Los géneros del cine de Hollywood están íntimamente ligados al surgimiento de la sociedad de masas que se desprende de la industrialización y la urbanización. La producción en serie de productos culturales, que viene aparejada a la reducción de jornadas laborales de los trabajadores y su migración a las ciudades, consistió en someter los bienes culturales a las leyes del mercado e inevitablemente, bajar su calidad para convertirlos en productos “masivos”. Sin ignorar la obvia democratización de la cultura que hasta ese momento era únicamente privilegio para las elites, hay que destacar como esta fue la oportunidad para que gigantes como Hollywood conviertan el cine en una industria multimillonaria.

La industria cultural[1]  logró su éxito al repetir fórmulas estandarizadas que garantizaban el éxito y homogeneizaban el gusto de la masa. Este modo de producción les permitió economizar tiempos tanto en el proceso de creación como en el proceso de elección del film en cartelera. La originalidad fue la primera víctima y el cine comenzó a venderse como producto enlatado.

¿Qué comenzó a pedir el público? Más de lo mismo pero con “algo” distinto. Aquí la tensión entre lo universal y lo individual: había que darle al público más de lo mismo para encajarlo dentro de un género reconocible, pero con algo distinto que permita comercializarlo como “algo nuevo” digno de ser visto y comprado.  Konigsberg: “El realizador creativo se apoya en las convenciones, pero también imprime su propia visión en la obra. Es la inyección de lo innovador en lo familiar lo que produce ese especial placer que sentimos al ver una película de género”.

El género sigue siendo hoy una etiqueta que el público consume. Ir a ver la “nueva película romántica de Hollywood” es poco más que ir y sentarse en la butaca de la sala de cine a sabiendas de que no pasará nada en la película que lo sorprenderá.  Si el final es distinto al que el espectador espera, el autor estará rompiendo el pacto de lectura con su público objetivo y decepcionando las expectativas que este tenía cuando decidió consumir la película[2]. No darle a la gente lo que quiere puede significar una pérdida monetaria que ninguna productora estaría dispuesta a arriesgar.

En conclusión, creo que como interpreté que expresó Rick Altmanan en su texto, las películas de género de Hollywood se caracterizan principalmente por la repetición de personajes prototípicos e historias cliché. El género es más que una etiqueta o una forma de clasificar películas. El género implica un modo de producción en serie que reduce el abanico de sorpresas del espectador y también su esfuerzo intelectual, permitiéndole al receptor consumir pasivamente una película sin conocer nada realmente nuevo. La industria cultural mutó el fin último del cine para convertirlo en una maquina lucrativa capaz de transformar algo que podría ser una obra de arte en un objeto de consumo masivo e irreflexivo a costa de la calidad, la originalidad y la creación artística. Sin embargo, también permitió hacer asequible el cine a las capas populares de la población y llenarles de entretenimiento audiovisual sus ratos de descanso.   


[1] La industria cultural, término inventado por los teóricos marxistas de la Escuela de Frankfurt, busca expresar como un producto cultural se transforma en su contrario cuando pasa por el proceso de mercantilización y su fin último deja de ser “el arte por el arte” para ser simplemente un bien de consumo, un medio para la rentabilidad.
[2] El verbo “consumir” es a propósito, ya que la película se consume como cualquier otro objeto de consumo producido en serie.

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