martes, 5 de noviembre de 2013

Garzón: “Hoy la única posibilidad de investigar los crímenes franquistas es en Argentina”

publicado en: Política Argentina


España es, con 114 mil desaparecidos durante la dictadura franquista (1936-1977), el segundo país con más desaparecidos después de Camboya. Y aún hoy, luego de más de treinta años de democracia, siguen reinando el silencio, el olvido y la impunidad. La única esperanza de investigar estos crímenes de lesa humanidad, según el exmagistrado de la Audiencia Nacional española, Baltasar Garzón, es la causa abierta por la jueza argentina María Servini de Cubría en 2010. En septiembre de este año, Servini logró ordenar a través de la Interpol, la detención y extradición a Buenos Aires de dos exfuncionarios del régimen franquista acusados por torturas. Esto pone a la jueza argentina en la misma situación que Garzón cuando logró la detención de Augusto Pinochet (1998) y cuando denunció a Jorge Rafael Videla (1996), entre otros represores, con el mismo criterio de Justicia Universal.
El exjuez habla del origen y el futuro de la causa abierta en la Argentina, la impunidad en España, y también, de la serie de “escraches” que sufrió el último mes en distintos actos públicos en Buenos Aires y Mar del Plata, atribuidos a agrupaciones pro etarras.
JUSTICIA A 10000 KILOMETROS
La jueza argentina, María Servini de Cubría, ordenó la captura internacional de dos antiguos miembros de las Fuerzas de Seguridad franquistas para tomarles declaración indagatoria en Buenos Aires. ¿Qué impulso su iniciativa?
A la jueza Servini se le presentó la querella criminal por parte de las víctimas en 2010 y respondió como corresponde, teniendo en cuenta lo que el principio de Justicia Universal permite y exige para dar protección y reparación a las víctimas de un terrorismo de Estado. Yo declaré como testigo en la causa abierta y dispuse de la investigación que realicé para llevar a cabo el mismo procedimiento en España, en 2008. Sin embargo, mi causa fue anulada en el plazo record de un mes y medio, y fui sometido a proceso por prevaricato. Hoy en día la única investigación abierta para averiguar e investigar los crímenes franquistas es la de Argentina, ya que España ha decidido desde el máximo nivel que no se investigue.

¿Y porque justamente en Argentina?
Porque aquí hay un gran colectivo español y descendiente de españoles, muchos de los cuales fueron exiliados precisamente durante el franquismo. Ellos tuvieron la feliz iniciativa, a la que se están sumando cada vez más organizaciones. Las víctimas tomaron conciencia de que sí podían y ya hay cerca de 170 querellantes en Argentina. En este caso es crucial el principio de Justicia Universal, su función es que cuando en un lugar no puede ejercerse la justicia, en otro sí se pueda. La intención es lograr que la impunidad no sea la regla ni el negocio de los que tratan de aprovecharse de ella.
La causa que abrió la Jueza Servini obliga al Estado español a tomar postura sobre estos crímenes. Sin embargo, desde el Tribunal Supremo ya han advertido que es posible que los dos denunciados sean amparados por la Ley de Amnistía de 1977.
Es cierto que el Tribunal Supremo ha dicho que estos delitos están prescriptos o que los ampara la Ley de Amnistía. Sin embargo, la decisión del Tribunal no es ley, y si los crímenes son de lesa humanidad como los califica la jueza Servini y como los he calificado yo en su momento en España, no podrán ser protegidos por la Ley de Amnistía. Los delitos contra la humanidad no prescriben. El grupo de trabajo de Detenciones Arbitrarias y Desapariciones Forzadas de la ONU ha emitido su dictamen en septiembre y coincidió con nosotros en que esta ley debería ser anulada y que estos hechos se deben de investigar.

Y en el caso que la Audiencia Nacional decida que proceda la extradición de los dos denunciados, ¿puede el gobierno Español no entregarlos?
Sí, puede. Pero por el convenio de asistencia judicial en materia penal entre Argentina y España, no puede quedar sin juzgar esos hechos. En el hipotético caso en que se conceda la extradición y España no lo permita, debería juzgarlos la propia justicia española.

Luego de tantos años de silencio y de una coyuntura política y judicial negada a revisar el pasado, ¿cuesta tener esperanzas en que procedan estas causas?
La esperanza es la utopía de lo posible. Las víctimas no van a perder la esperanza y todos vamos a seguir luchando. Cuando yo comencé en 1996 a investigar sobre la dictadura chilena pensaron que era imposible, sin embargo, dos años después se produjo la detención de Augusto Pinochet en una clínica en Londres por más de 500 días. Y solo la muerte salvó a Pinochet de ser condenado.
Con ese mismo principio de Justicia Universal, usted imputó a Jorge Rafael Videla en el año 1996 por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura argentina (1976-1983). En mayo de este año, el exdictador argentino murió en la cárcel, cumpliendo la cadena perpetua sentenciada en 2010. ¿Qué representa esto para usted?

Para mi representa una reparación. No me alegro de la muerte de nadie. Pero que un represor haya sido juzgado, condenado y que haya muerto cumpliendo su pena desde la más estricta fidelidad del sistema democrático, es una justa compensación a las víctimas. Hay que resaltar que las víctimas nunca han pedido venganza, sino justicia, y es la obligación de los jueces y de todas las instituciones dárselas.
ESPAÑA, SIN VERDAD Y SIN REPARACIÓN
Es difícil de entender como con 114 mil desaparecidos y 30 mil hijos apropiados durante la Guerra Civil y la dictadura (1936-1977), hasta el día de hoy todavía no haya habido justicia ni reparación para todas las víctimas en España.

Hay que entenderlo desde el contexto de 40 años de una dictadura feroz e implacable, en el que luego se mantuvo solo la memoria del bando vencedor. La transición democrática partió del miedo y se omitió toda referencia a los crímenes de lesa humanidad. La Ley de Amnistía de 1977 no iba destinada a este tipo de crímenes porque se asumía que no existían. Todavía hoy los responsables no son capaces de reconocer lo que hicieron. Y es la cobardía normal de quien ejerce el poder arbitrariamente en contra de los propios ciudadanos. Pero los crímenes franquistas son una realidad y las victimas siguen exigiendo memoria, justicia y reparación.

Y las víctimas, luego de más de 30 años de democracia, nunca ni siquiera pudieron declarar frente a un tribunal.

No ha habido nunca ni el mínimo ético de una Comisión de la Verdad en España. Y vaya contradicción, la única posibilidad que tuvo una víctima del franquismo de declarar fue en el juicio contra mí, porque yo los llamé. Y no tanto para que me defiendan, sino para que el Tribunal Supremo tuviera que escuchar esos relatos. Son los únicos ocho relatos que escucharon.

¿Hay un consenso hoy entre los partidos para no revisar el pasado? 


No es una cuestión de acuerdo pero sí de coincidencia. El Partido Popular no quiere ni oír hablar de la memoria histórica ni de los crímenes franquistas porque consideran que no existen. Y el partido Socialista consideró que cuando se hizo la transición, la Ley de Amnistía cubrió ese espacio y lo único que cabe para ellos es la Ley de Memoria Histórica de 2006, que prevé un par de reparaciones colectivas pero en ningún caso acciones penales. Fue una concepción absolutamente errónea de que el olvido se puede imponer oficialmente y que la reconciliación se hace por decreto oficial. Se demostró que no hubo reconciliación en 2008, cuando yo califiqué de lesa humanidad a los crímenes franquistas: todo el ámbito reaccionario de la extrema derecha y su caverna mediática saltó en contra mío, prácticamente afirmando que estábamos en 1936. Es decir, jamás hubo reconciliación porque si la hubiera habido, hubieran dejado que revisáramos el pasado y les brindemos reparación a las víctimas.
Hace tres años fue suspendido como juez por investigar los crímenes de lesa humanidad durante la dictadura española. ¿Es cierto que se considera el “último exiliado del franquismo”?
Es un título demasiado presuntuoso. Lo que quiso expresar esa afirmación es que un juez haya tenido que abandonar su profesión, no por motus propio sino porque le impidieron ejercer su labor en pro de la justicia, supone una especie de exilio. Desde mi punto de vista, no se puede enjuiciar arbitrariamente a un juez de prevaricato por el simple hecho de interpretar la ley con libertad de interpretación e independencia, porque esto afecta la independencia misma de la justicia. Encima, mi interpretación era compartida por muchos organismos internacionales y por muchos juristas.
Hay una posibilidad que revoquen el fallo y que lo restituyan como juez. ¿Volvería a ejercer?
Una asociación de jueces y fiscales europeos con más de 15 mil afiliados (MEDEL), presentó una petición de indulto a favor mío que se está tramitando. Yo, además, tengo dos demandas ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La primera, por la suspensión en el caso del franquismo, porque entiendo que ningún juez puede ser suspendido en sus funciones por interpretar la ley y hacerlo es una amenaza contundente a la independencia judicial. Y la segunda; por la sentencia en mi contra en el caso conocido como Gürtel, en el cual se me culpa por la interceptación de las comunicaciones entre los principales responsables de una red de corrupción y de blanqueo de activos. En esta última, con todas las garantías que yo adopté, no podía darse una sentencia, menos cuando el supuesto delito fue creado en la misma sentencia, es decir, se creó ad hominem, ya que no existía antes el tipo delictivo. Esto también es una amenaza a la independencia judicial. Pero yo quiero dejar clara una cuestión: no estoy de acuerdo con ninguno de los dos procedimientos pero yo respeto el sistema judicial, y he intentado defender mis derechos con el mismo y dentro del mismo. En el caso que me restituyan, cuando llegue el momento tomaré la decisión que tenga que tomar. Y si lo hago, será con el mismo planteamiento de justicia que tengo en este mismo momento: proactiva en defensa de las víctimas de lesa humanidad y los ciudadanos.
EL ENOJO VASCO
El otro día sufrió una serie de escraches en una sede de la UBA y en una universidad en Mar del Plata por parte de unas agrupaciones que denunciaban torturas y malos tratos en las detenciones de ciertos militantes vascos independentistas.
Yo respeto la libertad de expresión, no me parece mal que se expresen, incluso de esa forma. Me da mucha pena que no se informen bien y que actúen de modo sectario. Durante toda mi carrera he investigado los crímenes de terrorismo en España y he defendido el máximo de garantías. En ningún caso se puede imputar que se hayan practicado torturas o malos tratos. En España, el juez que investiga el terrorismo no puede investigar los malos tratos de las fuerzas policiales en los mismos casos: son otros jueces los que lo hacen, con el fin de que no se contamine. Yo mismo pedí la derogación de la ley anti-terrorista y diseñé un protocolo para evitar los malos tratos y las torturas durante las detenciones. El protocolo fue aceptado y reconocido por el relator de las Naciones Unidos contra la tortura en 2008 y por el comité de la prevención de la tortura de Consejo de Europa, y hoy se conoce como el Protocolo Garzón. En todos los casos en los que se aplicó el protocolo no hubo ni un solo caso de malos tratos o torturas. Es verdad que quizás, por una cuestión burocrática, la justicia española no haya sido lo suficientemente contundente en la investigación de las torturas en España. Es una reflexión que debemos hacer y que personalmente, he hecho siempre. Pero de ahí a que se ampare y se propicie la tortura, no.

Ellos dicen que se han cerrado medios de comunicación y que se han arrestado miembros del partido EKIN, solo por ser independentistas y socialistas.

De acuerdo con el sistema legal español, hay partidos políticos que fueron ilegalizados por el Tribunal Supremo. Esos partidos políticos propiciaban y protegían la violencia terrorista. Eso es lo que ellos no quieren admitir. El terrorismo no se puede proteger en un Estado de Derecho, ni el del pasado ni el del presente. El único medio que se cerró fue el diario vasco EGIN, porque se comprobó que tenía una vinculación directa con la organización terrorista ETA. En el diario aparecían publicados nombres y descripciones de ciertas personas para que luego fueran ejecutadas. Solo se condenaron a aquellos trabajadores que corroboramos que se comunicaban directamente con la organización y no a todo el personal del medio.
¿Considera que es posible que forme parte de una campaña de desprestigio por su posición política en Argentina?
Es posible. ¿Por qué se manifiestan en contra mío ahora? Hace un año que ya estoy trabajando aquí. No se entiende sino porque comenzaron a manifestarse recién ahora.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Inesperado Frenesí

Desde el búnker del FPV

Inesperado Frenesí


Un 27 de octubre hacia 30 años, Raúl Alfonsín cerraba su campaña presidencial y hacía bisagra en la historia argentina. Un 27 de octubre hacia 3 años, moría Néstor Kirchner, cabeza y emblema de la fuerza kirchnerista. El 27 de octubre de 2013, claramente, no se elegían solamente los diputados, senadores y legisladores del poder legislativo: se definía una circunstancial batalla simbólica y el kirchnerismo la perdió.
“No nos olvidemos que son elecciones de medio término”, aclararon los diputados Héctor Recalde y Carlos Kunkel, en la sede del comando del Frente para la Victoria, cerca de las nueve de la noche. El Tango NH se comenzó a llenar poco a poco de militantes e invitados vip, que combatían la ansiedad con empanadas y Pepsi. “Pino y Filmus están peleando voto a voto”, lanzaron los diputados sin dar ningún dato preciso. Pero muchos pudimos leer por Twitter que era “casi seguro” que Pino le pasaba “varios” puntos a Filmus.
El pronóstico, en verdad, no era nada favorable. Los voceros parecían querer tapar el sol con las manos. Sin embargo, los pocos soldados del Pinguino que estaban dentro del búnker mitigaban la marea pesimista. Mientras esperaban inquietos a que llegaran los candidatos y  funcionarios del Gobierno Nacional para dar el discurso pos-elecciones, los militantes llenaron los vacíos de incertidumbre con enérgicos cánticos: “no me importa lo que digan/  los gorilas de Clarín / vamos todos con Cristina / a liberar el país”. El resto de los militantes esperaba en la puerta del hotel, en pleno microcentro, a una cuadra del obelisco.
Llegó un momento en que en el búnker “ya se sabía” cuales eran los resultados definitivos. Pero los invitados no parecían ver tan negro el panorama y esperaban a sus representantes para que den su veredicto. Al fin, pasadas las diez de la noche, el público se concentró eufórico en frente del escenario y ovacionó al equipo kirchnerista. “Somos la primera fuerza a nivel nacional”, destacó Amado Boudou, quien en reemplazo de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, todavía en posoperatorio, fue el animador y coordinador de la noche electoral. El vicepresidente le concedió la palabra a las provincias realmente triunfantes: Chaco, Río Negro, Entre Ríos y Tucumán; y solo en los intervalos pudieron hablar los candidatos perdedores. En cada una de las videoconferencias, Boudou, los candidatos y los militantes se demostraron enérgicos y festivos.
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Si alguien, por alguna razón inexplicable, no comprendía la traducción de los números del escrutinio, no hubiera podido interpretar jamás que los kirchneristas tenían, en verdad, poco para festejar. Ser la primera fuerza a nivel nacional no es un dato menor e implica que, de ser hoy las elecciones presidenciales, podría ganar otra vez el kirchnerismo ya que tienen el 33% de los votos. Sin embargo, la fuerza oficialista perdió en muchos distritos claves y principalmente en la decisiva Provincia de Buenos Aires (37% del electorado), donde perdieron la pulseada simbólica con el ex kirchnerista Sergio Massa. Aunque solo haya ganado poco más de una decena de bancas legislativas; el ex jefe de gabinete se presentó como alternativa política con un discurso que lo convierte en un posible presidencial. Y esta derrota, encabezada por Martín Insaurralde pero generalizada a todo el kirchnerismo, no se admitió salvo con ligeros eufemismos.
En la cara del candidato a diputado y actual intendente de Lomas de Zamora, se percibió, por lo menos, un sentimiento ambiguo: pero reinó su silencio. “Gracias por la confianza, felicitaciones a todos los vecinos de la Provincia, a los que nos acompañaron y a los que no”, aclamó. Daniel Filmus, efectivamente como se rumoreaba en Twitter, no pudo renovar su banca en el senado por la Ciudad de Buenos Aires y cuando le concedieron el micrófono, asumió la derrota y felicitó humildemente a los dos ganadores: Gabriela Michetti y Pino Solanas.
Un aura de felicidad, quizás para muchos incomprensible, invadía el búnker y los militantes no paraban de agitar: “vengo bancando este proyecto / proyecto nacional y popular / te juro que en los malos momentos / los pibes siempre vamos a estar / porque Néstor no se fue / lo llevo en el corazón”.
En verdad, la función de los militantes fue evidente y crucial: bancar al partido en un momento de debilidad y seguir pateando la pelota en el juego de no-pasa-nada.  Aunque para los que presenciamos los festejos en Plaza de Mayo en 2011, luego de la victoria de Cristina Kirchner, pudimos percibir una clara diferencia en su entusiasmo. Pero le hicieron frente a la situación. La idea subyacente del kirchnerismo, parecía ser, que no debían regalarle a la oposición ningún signo de derrota porque en el tablero de fuerzas del poder real no cambió nada. Además, los ampara, en cierto modo, haber perdido las legislativas frente a De Narvaez en 2009 y luego haber podido remontar en las presidenciales de 2011 con un 54% de los votos.
 “Tenemos la mayoría en la cámara de diputados y en la cámara de senadores. Y además: tenemos la juventud militante más grande del país. Viva Néstor y Fuerza Cristina”, cerró el vicepresidente y todo el público respondió con aplausos y aclamaciones. El kirchnerismo se demostró fuerte y triunfante frente a las cámaras, con una militancia activa y resistente. Fuera de cámaras, quien sabe, no es mi rol especular: pero que el kirchnerismo tendrá que abrir los oídos, revisar su gestión y concentrarse en buscar un heredero capaz de hacerle frente a 2015, no queda dudas. 
Florencia Leskovar   @flopi_leskovar

martes, 15 de octubre de 2013

Travesía: cruzar Francia de un tirón

Tres trenes para cruzar desde la frontera de Francia con España, hasta Brujas, en el norte de Bélgica. Viajar sola es la oportunidad de encontrarte con viajeros de distintos lugares  del mundo, cruzar mundos y compartir la experiencia. Combatir al turismo típico.


Comienzo la travesía en un tren francés. Vías que trazan el camino, miradas extrañas y furtivas entre desconocidos que compartimos un vagón. Tres portugueses están a mi lado izquierdo; dos pibes y una piba con unas gafas que no me permiten descubrir del todo su identidad. Nos ignoramos, pero al mismo tiempo somos conscientes de la presencia del otro; nuestras existencias se cruzaron en este vagón y seremos testigos y cómplices en las cinco horas que quedan para llegar a París.

Hace minutos atrás la chica de SNCF me chequeó el pase que uso por primera vez. El Interrail será mi aliado: 10 días de viaje por 24 países, cuidando mi bolsillo. Lo dejo arriba de mi libro de Hesse por si, en algún momento quieren volver a chequearlo, lo hagan sin invadir mi paseo ni mi sueño. La ansiedad me recorre las entrañas.

El tren arranca, es la primera vez que me subo a un tren de larga duración; el asombro me convierte en una extraña. Lo naturalizado para los demás para mí es novedoso; claramente, soy una turista sudamericana. 

En cada estación el tren se detiene y gente nueva se trepa a la odisea: algunos con bicicletas y otros con mascotas. Antes; se abrazan y se saludan con aquellos que vinieron a despedirlos. Se intercambian miradas a través de la ventana y luego el tren se aleja y las miradas se desencuentran. 

Todos se sientan al frente mío. Desde mi lugar, puedo ver a todos los que están en el vagón: es un asiento estratégico, y hasta antropológico. Todos emprenden viajes quién sabe a dónde y quien sabe por qué. Un francés prende su netbook y escribe quién sabe qué. Una francesa elegante lee un libro de quien sabe que y luego se duerme por un rato. Y sueña quien sabe que. 

Por las ventanas miro las casas francesas, los lagos y las calles de cada pueblo. El tren se vuelve a detener y vuelve avanzar; el paisaje migra de una foto hermosa a una película dinámica, cada vez menos nítida, como si me estuviera abalanzando al tiempo. Y en cada estación, la estación anterior se convierte solo en un recuerdo, y la anterior a ella; en el recuerdo de un recuerdo. Mi memoria retendrá solo un par nombres, quizás, y hasta los mezclé, los confunda y los cambie. Como mi pasado mismo. Cada vez París está más cerca, pero luego viene Bruselas y luego viene Brujas. Llegaré a la madrugada luego de un día lleno de trenes, estaciones y soledad disfrazada de avalanchas de gente. O eso pienso.

Los portugueses hablan entre ellos y comprendo poco; deben tener un dialecto que desconozco. Me dan ganas de aprender más portugués. Los franceses se aíslan en sus mundos; estamos todos juntos pero a la vez separados, distanciados por un umbral de ignorancia y de desconocimiento. Me dan ganas de saber de ellos pero sé que no tienen interés de hablar conmigo. Nos intercambiamos sonrisas solo cuando uno le pide permiso al otro para ir al vagón de la cafetería o al del baño, también cuando sin querer alguno golpea, sin intención, al otro: no vaya a ser que haya mala onda. Porque, en definitiva, estamos todos en la misma. Nos respetamos como viajeros que tenemos que compartir este mismo espacio para llegar a destino.

No me duermo porque sé que en Bordeaux se bajan mis amigas y me prometieron venir a saludarme antes de bajar. Cuando llegamos a la estación, supe que ya no vendrían. Seguro estaban apuradas. Me dispongo a dormir un poco. Me queda un largo viaje. En París me encuentro, por una hora, con una de mis mejores amigas que está viviendo allá. Y me despido de la ciudad por un largo tiempo, supongo. El futuro está cerca y promete muchas cosas. Ya veremos.

**

Viajar sola está bueno. La complicidad y la cooperación entre viajeros solitarios despierta un sinfín de actitudes para nada “normales”. Y lo anormal es lo que más disfruto que aflore. Encontrarme preguntando cosas, fingiendo o sintiendo real amabilidad o empatía con un extraño. Y de lo mejor: las deducciones a lo lejos. A veces cambio de papeles. Me imagino qué pueden deducir y pensar de mí según lo que estoy transmitiendo en ese momento. Y comienzo a cambiar según ese perfil; me trago del todo el libreto. La intelectual. La novata perdida y dulce. La viajera experimentada. La que habla en sueco y ningún idioma más. Todo cambia depende qué me ven haciendo. Si justo me hice una trenza sweety. Si estoy fumando un pucho y leyendo un libro. Si pido ayuda. Si estoy tomando un café sola en una confitería. Como el 14 de enero, cuando emprendí viaje de Buenos Aires a Barcelona. Tenía 4 horas de escala en Sao Paulo; me compré una cerveza y me puse a leer "Como cambiar al mundo" de Eric Hobsbawm. Seguro desconcerté a más de uno. Siempre es un perfil diferente, un recorte de mí que seguro les sirve para imaginarse cualquier cosa. Como yo hago con cada uno con los que me cruzo por breves momentos en algún rincón.


Llego a París y mi amiga Maru me encuentra en la estación Montparnasse. Me ayuda a llevar la valija gigante hasta la estación Paris Nord en metro. Estamos llegando tardísimo. Hace unos minutos que ella me dice que lleve la valija "como una persona normal", ya que la empujo con las cuatro ruedas de atrás para adelante en vez de llevarla de costado. Pasan pocos minutos, y apurada y torpe como de costumbre, por el impulso me caigo encima de la valija. Mi amiga me devuelve una risa visceral que contagia a muchos de los otros testigos de la caída. Recupero la compostura, me río de mi propia torpeza y seguimos corriendo al anden. La despido con una tristeza infinita; no nos veremos por 10 meses. Pero la razón es feliz: yo continúo un viaje de dos meses por Europa y luego vuelvo a Buenos Aires a recibirme. Ella se queda viajando y luego otro semestre estudiando en París. Estamos tristes y contentas; sabemos, en el fondo, que nuestra amistad se terminará nutriendo de nuestras experiencias separadas. "Te traigo a la última pasajera", le dice mi amiga al acomodador, y ya siento que tengo que retener lo más que pueda de su rostro y de su voz. 

Me subo en un tren de alta velocidad rumbo a Bruselas. Pero hay algo que está fallando. Mi teléfono ya casi no tiene batería y me encuentro un poco desorientada. Un francés está sentado al lado mío; por su aspecto y su vestimenta solo puedo deducir que es de clase media-baja y por cómo se comienza a comunicar conmigo; que no habla ni entiende inglés. Sin embargo, ambos hicimos un esfuerzo paralingüístico para dialogar. Me explica que el enchufe debajo de mi asiento no funciona hasta que el tren arranque, o eso cree el. Sin embargo, el tren no avanza y ya pasaron  20 minutos de la hora de partida. Y eso es mucho en el viejo continente. 

En el altavoz suena un anuncio en francés y la gente comienza a pararse y agarrar sus cosas. Debido al sonido que genera la exaltación de todos: no puedo escuchar la traducción posterior en inglés. Sorprendida, le pido al francés que me explique. El tren, claramente, no funciona y hay que ir rápidamente a otro en otra plataforma. Me invita a que lo siga. El chico de pelo largo, treinta y pico de años y muy flaquito, me observa mientras lucho con mi valija de 30 kilos y mis dos bolsos de mano. Con una sonrisa compasiva, se ofrece con señas a llevar mi valija. Yo le agarro su minúscula carry on, la bajo y la vuelvo a subir por las escaleras y finalmente se la devuelvo en el nuevo tren. Le agradezco infinitamente. La amabilidad de un extraño es dulce y desinteresada. Sabés que jamás te volverá a ver, y tampoco le interesa. Eso refleja mucho más que muchas otras cosas. Es como un corazón abierto.

Poco menos de dos horas a Bruselas. Leo un poco. Pero no puedo parar de observar a un chico, invento que es belga, comiendo una cantidad muy exagerada de comida. Comienza antes de que arranque el tren: primero, un sándwich gigante-de los más largos- de Subway. Luego, dos cookies también gigantes. Y luego gaseosa. Yo creo que si le ofrezco los caramelos de mi bolso me los acepta, parece devorar cualquier cosa que esté cerca. Y es muy flaquito. Estoy sorprendida. Envidio las lombrices solitarias del resto.

fuente: google.

Ya son casi las 12 de la noche. Llego a Bruselas. La estación se vacía instantáneamente. Pregunto en distintos puntos de la terminal dónde sacar el boleto, ya que no quiero gastar uno de mis días de viaje; y todos me dicen que no hace falta, que lo puedo comprar arriba del tren. 

En Bélgica hablan tres idiomas: una derivación del holandés, alemán y francés. De ninguno de los tres entiendo una mierda.  Pero por suerte compartimos ciertos símbolos. En la pantalla veo, en el itinerario de trenes, que en dos de los tres que partirán, uno de ellos el mío: hay cruces y avisos de advertencia. Vuelvo a preguntar: no pasa nada. Me asusto escandalosamente. Eso tiene que significar algo en cualquier parte del mundo. Le toco el hombro al que parecía más "conversable" de la estación. Sabés que significa eso, por favor, le digo. Traducime, por favor. Azarosa y claramente me dice que él también es extranjero. Es un rubio de ojos claros, vestido de ejecutivo, que ya pasó los cuarenta años. Es simpático y parece amable. Se preocupa a raíz de mi preocupación y vamos juntos al andén. Le preguntamos a todo el mundo que pasa con el tren.

“Ya está por llegar, solo está un poquito demorado”, dice una belga, muy amable. “Qué lindo que vas a Brujas”, agrega cálidamente. No puedo evitar devolverle una sonrisa eterna. Quedan un par de minutos y aprovecho para fumarme un pucho en el andén, es la 1 de la mañana en una estación vacía de Bruselas, Bélgica. Él rubio cordial seguro me concede una conversación, pienso.  “¿Y vos, de donde sos?”, le pregunto en inglés. Él es polaco. Viene de un casamiento en Polonia, pero vive en un pueblito antes que Brujas. Se vino a trabajar por una oferta laboral muy tentadora. Vive solo acá. Me imagino la foto del momento: yo hablando con un polaco cuarentón en una estación desierta y oscura, a millones de kilómetros de mi hogar, sin saber ni nuestros nombres; pero riéndonos y contándonos de nuestros viajes.

Llega el tren y se sienta en el asiento de en frente. “Tengo mucho sueño. Si me quedo dormida me paso la estación y vaya a saber dónde termino”, le digo mientras bostezo. Preocupado por mí e interesado, también, de hablar conmigo, me charla todo el viaje para mantenerme lúcida. Me recomienda visitar Polonia, me escribe en una servilleta lo que no me puedo perder. Llega su estación y sabe que no me va a hablar ni me va a ver nunca más en su vida. Sin embargo, me aconseja que me ponga la alarma en el celular para dentro de 15 minutos. Y luego el adiós a un extraño. Suerte.


Un anciano me indica que la próxima estación es Brujas. Me ayuda un chico muy canchero, que apareció de repente, a bajar los bolsos. La estación está aún más desierta que la de Bruselas. Son pasadas las 2 de la mañana y el belga, que tenía una botella de champagne en la mano, me acompaña a la salida. Se ofrece a llevarme; su novia lo pasa a buscar y mi hostel le queda de pasada. El escepticismo y la desconfianza es clave en una viajera, en ciertos momentos. Le digo que no se preocupe, que prefería tomarme un taxi. No hay ningún taxi. Me ve solitaria y desahuciada. Se ofrece a pedirme un taxi y, claramente, acepto. No hay un alma en la puerta de la estación. Me llama un taxi con su Iphone, o eso creo, porque no entiendo nada de lo que dice. Se despide y se dirige al Audi que acaba de llegar, el único auto que se puede ver por cuadras. Lo saludo y le agradezco. Nunca se sabe cuándo se trata de una operación de trata de blancas, o una carnada fácil para los pibitos de la elite belga. Sin embargo, en el fondo puedo percibir que era un buen tipo.

A los minutos llega el taxi que me pidió el belga. El taxista habla muy bien inglés. Me cuenta un poco la historia de Brujas. Veo alrededor el paisaje medieval; parece sacado de una película histórica, las murallas, los castillos, el lago, la puerta gigante en el centro de la ciudad, los molinos. Llego al hostel St Cristophers. Me retan porque ya pasaron las 12 de la noche y mi reserva se perdió. Pero engañan al sistema operativo y me dejan quedarme a dormir. Llego a mi cuarto de 8 camas, todos duermen, son las 3 de la mañana. No puedo hacer ruido para cambiarme. Me saco solo el sweater y las zapatillas; me acuesto en la cama y pongo a cargar mi celular para avisarles a mis amigas que ya llegué. Se terminó mi travesía solitaria, una de las muchas. Conocí mucha gente que no volveré a ver ni se sus nombres. Llegué perfecta gracias a la solidaridad de extraños y acompañada, gracias a la complicidad de otros viajeros. A veces no importan los nombres ni las procedencias. Al final, todos somos un poco más de lo mismo, nacimos en lugares lejanos y en condiciones extremadamente diferentes, pero somos más de lo mismo.  Viajeros y personas, humanos cuyas historias se cruzaron por un rato y aportaron para que cada uno llegue a su destino. 



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martes, 13 de agosto de 2013

Crítica cinematográfica: quiereme si te atreves



Jeux d`enfants - Este juego empezó con una bonita casa, con un bonito autobús sin conductor, una bonita caja y una bonita amiga... Cuando menos te lo esperas...descubres una gran película. En v.o mejor que mejor. AiSsIs - Fotolog




Crítica de Jeux d’ enfants

contiene spoilers

 “Todo lo que sabía en un principio es que quería hacer una película sobre el amor, los juegos y la búsqueda de una infancia sin fin. Y que quería que se lleve a cabo en un escenario mítico, en el que todo sería más grande que la vida”. Yann Samuell 

La película francesa dirigida por Yann Samuell, Quiéreme si te atreves, o más acertado su título en francés, Jeux d enfants (juego de niños), trata exactamente sobre eso: un juego entre dos niños que se conocen en momentos críticos de su vida y se conectan a través de un juego tan insólito como retorcido. Este juego se transformará, a medida que crecen, en su estilo de vida, en su modo de escapar de la cruda realidad, y en su modo de conocer el amor. 

Julien (Gui-llaume Canet) vive con sus padres en un pequeño barrio de Bélgica. El niño sufre por la lenta agonía de su madre, a quien se le está propagando un cáncer muy lesivo. Mientras tanto, Sophie (Marion Cotillard), vive con su hermana más grande, con quien emigró de Polonia. La niña sufre, al igual que Julien, pero por la burla constante de sus compañeros de clase por su origen étnico. Un día Julien, compasivo con la bonita niña humillada delante de todos, le regala una caja con forma de carrusel que le había dado su madre, con la condición de que se la preste alguna vez. Pero Sophie de inmediato lo desafía, y le dice: “Tienes que demostrar que la quieres, si te atreves”. Con estas palabras, narra Julien, comenzó el principio de fin, o el comienzo de la vida misma, o tal vez simplemente el comienzo de una extraña relación que migró del amor a la rivalidad a lo largo de sus vidas. 



En un momento del film, cuando la madre de Julien estaba al borde de la muerte, Sophie quiso consolarlo, pero Julien le advirtió que no podría. Sophie, entristecida, respondió: “Sí, es cierto, sólo sirvo para jugar”. Estas palabras definieron para siempre la relación que tuvieron los dos niños, quienes por una década mantuvieron su relación en el límite de la amistad y del amor. Con aquella frescura infantil que los conectó desde un primer momento siempre viva, se desafiaron constantemente con retorcidas apuestas llenas de adrenalina y rebeldía.


 Así se fueron enamorando. Pero el juego los imposibilitó de verbalizarse sus sentimientos y la confusión entre la verdad y la ficción los terminó separando. Los años pasaron y en sus esporádicos encuentros se hicieron daño, tanto daño que prometieron no verse más por lustros, aunque se extrañasen en silencio. ¿Era el amor o era el juego lo que extrañaban uno del otro? ¿Cuál era aquella conexión tan fuerte que tenían? Aquella conexión que huía de la formalidad y del romanticismo típico, pero que los apegaba a la vida, a la acción y a la felicidad. Y a veces también a la destrucción y a la infelicidad. Era el juego, su juego, el sentido de sus vidas, aquello que les imposibilitaba olvidarse del otro; el único con el que podían jugar.





Todo el guión de la película es poesía. Poesía pura, épica, que enamora y pone al espectador con la piel de gallina. El romance se mantiene a lo largo de todo el film, aunque se encuentren características de distintos géneros. La mezcla logra hacer de esta película una película típica francesa, al estilo de “Amelie” y “Los nombres del amor”. Un cuento de hadas para adultos: lleno de drama, romance, surrealismo y humor. Una banda de imagen llena de colores cálidos y una banda de sonido caracterizada por la redundancia de La Vie en Rose, en distintas versiones.


El surrealismo tiñe las escenas y mantiene viva aquella frescura infantil y la locura romántica. Principalmente en el metafórico final, en el que ambos personajes se sepultan en hormigón para sellar un amor infinito, de un modo tan loco y coherente como el que vivieron toda su vida. El supuesto suicidio en conjunto revive finales de típicas obras del género drama romántico, en los cuales los enamorados prefieren morir juntos antes que vivir separados, como en el antiguo clásico de “Romeo y Julieta”.


 La línea entre la realidad y la ficción se vuelve a borrar en el final, un final lleno de amor y vacío de certeza. Julien y Sophie se vuelven a besar en cada escena que, por algún motivo tonto, no lo habían hecho. Julien y Sophie, envejecidos y juntos; comen caramelos de la caja del carrusel, igual de frescos que siempre. Si murieron o no, no lo sabremos, pero que sellaron un amor sin final, es inapelable. Claramente, una joya de Yann Samuell, y una joya más del cine romántico y loco francés.

El género: un modo de producción



Comentario de texto

En el extracto del texto de Rick Altman, el autor nos permite reflexionar sobre las distintas características que comparten las películas que pertenecen a un mismo género en el cine de Hollywood, y por ende, del género en sí. 

El género cinematográfico puede entenderse como un modo estereotipado de contar una historia, reconocido por el autor y el espectador. El género vendría a ser una gramática, un sistema de reglas de expresión y de construcción para un producto cultural. Este sistema supone una estructura por encima de una obra individual y afecta a todo el proceso creativo del autor. El género condiciona una obra que pretende ser considerada parte de él.

Cada género cuenta con relatos prototípicos: personajes, elementos y propiedades que se repiten en cada una de las historias de modo que ya son una convención. Estos elementos forman un determinado mundo posible, una construcción mental que se forma en referencia al mundo real. Los elementos de los relatos prototípicos del género son  “verosímiles” dentro de este aunque sean “excéntricos” en el mundo real, y dependen de estos para funcionar como género.  La construcción de este verosímil es fruto de un proceso acumulativo que se forma en la mente del receptor a través de asociaciones y que construyen el pacto de lectura entre el público y el autor. Tal como dice Altman, “Las conexiones de los géneros de Hollywood se fundamentan normalmente en actores y acciones que se definen por su excentricidad respecto a algún ciclo cultural. El western depende de los forajidos, la ciencia-ficción necesita de los alienígenas, las películas de guerra se apoyan en la presencias de los forasteros…”.    

Los alienígenas son personajes verosímiles en el mundo posible de una película de ciencia ficción, pero no lo son en un western. Esto no se debe a alguna rígida regla impuesta, sino que es producto de la no repetición de este verosímil en el mismo género. Al no ser una regla impuesta, puede pasar que  un autor incluya algún nuevo elemento en su historia, hasta el momento inverosímil dentro del género, y que esto genere una respuesta positiva en el público y rentable para el negocio. Si esto pasa, otro imitará su idea y otro la idea del último, y esto generará, por repetición, una nueva moda y una nueva característica “verosímil” dentro del  género. Así es como comienzan a mutar los géneros: evaluando poco a poco la demanda del público, los cambios sociales y las oportunidades para “tomar riesgos”.

¿Y porque si es rentable pueden mutar los géneros? ¿Qué tienen que ver los géneros con el comercio? Los géneros del cine de Hollywood están íntimamente ligados al surgimiento de la sociedad de masas que se desprende de la industrialización y la urbanización. La producción en serie de productos culturales, que viene aparejada a la reducción de jornadas laborales de los trabajadores y su migración a las ciudades, consistió en someter los bienes culturales a las leyes del mercado e inevitablemente, bajar su calidad para convertirlos en productos “masivos”. Sin ignorar la obvia democratización de la cultura que hasta ese momento era únicamente privilegio para las elites, hay que destacar como esta fue la oportunidad para que gigantes como Hollywood conviertan el cine en una industria multimillonaria.

La industria cultural[1]  logró su éxito al repetir fórmulas estandarizadas que garantizaban el éxito y homogeneizaban el gusto de la masa. Este modo de producción les permitió economizar tiempos tanto en el proceso de creación como en el proceso de elección del film en cartelera. La originalidad fue la primera víctima y el cine comenzó a venderse como producto enlatado.

¿Qué comenzó a pedir el público? Más de lo mismo pero con “algo” distinto. Aquí la tensión entre lo universal y lo individual: había que darle al público más de lo mismo para encajarlo dentro de un género reconocible, pero con algo distinto que permita comercializarlo como “algo nuevo” digno de ser visto y comprado.  Konigsberg: “El realizador creativo se apoya en las convenciones, pero también imprime su propia visión en la obra. Es la inyección de lo innovador en lo familiar lo que produce ese especial placer que sentimos al ver una película de género”.

El género sigue siendo hoy una etiqueta que el público consume. Ir a ver la “nueva película romántica de Hollywood” es poco más que ir y sentarse en la butaca de la sala de cine a sabiendas de que no pasará nada en la película que lo sorprenderá.  Si el final es distinto al que el espectador espera, el autor estará rompiendo el pacto de lectura con su público objetivo y decepcionando las expectativas que este tenía cuando decidió consumir la película[2]. No darle a la gente lo que quiere puede significar una pérdida monetaria que ninguna productora estaría dispuesta a arriesgar.

En conclusión, creo que como interpreté que expresó Rick Altmanan en su texto, las películas de género de Hollywood se caracterizan principalmente por la repetición de personajes prototípicos e historias cliché. El género es más que una etiqueta o una forma de clasificar películas. El género implica un modo de producción en serie que reduce el abanico de sorpresas del espectador y también su esfuerzo intelectual, permitiéndole al receptor consumir pasivamente una película sin conocer nada realmente nuevo. La industria cultural mutó el fin último del cine para convertirlo en una maquina lucrativa capaz de transformar algo que podría ser una obra de arte en un objeto de consumo masivo e irreflexivo a costa de la calidad, la originalidad y la creación artística. Sin embargo, también permitió hacer asequible el cine a las capas populares de la población y llenarles de entretenimiento audiovisual sus ratos de descanso.   


[1] La industria cultural, término inventado por los teóricos marxistas de la Escuela de Frankfurt, busca expresar como un producto cultural se transforma en su contrario cuando pasa por el proceso de mercantilización y su fin último deja de ser “el arte por el arte” para ser simplemente un bien de consumo, un medio para la rentabilidad.
[2] El verbo “consumir” es a propósito, ya que la película se consume como cualquier otro objeto de consumo producido en serie.